16-08-07

El Miedo en la Cultura

Pareciera ser de mal gusto comenzar a remembrar episodios o hechos que erizan los pelos y ponen la piel de gallina, pareciera ser que nadie quisiera reconocer la fragilidad de sus convicciones al enfrentar una palabra que todos conocen, pero que rápidamente evitan mencionar: “miedo”. El muy temido y respetado miedo está presente entre las líneas de los libros de la historia, una constante cultural presente en todo momento, lugar y espacio en la civilización judeo-cristiana, pero que muy poco se menciona. El miedo es rápido, fuerte, indeleble y florece con mucha facilidad en terrenos vírgenes en los cuales nunca se ha cultivado nada más.

Hacia fines del siglo VIII aparecieron por primera vez ante la cristiandad occidental los paganos e indómitos vikingos. Durante los doscientos años siguientes, en las iglesias europeas resonaba la oración: “Líbranos, oh Señor de la furia de los nórdicos”, que reflejaba el terror despertado por aquellos primitivos daneses, suecos y noruegos. Europa configuró una y otra vez su mapa en base a invasiones, guerras y tratados que tenían un gran poder para infundir el terror en bastas poblaciones y así congregarlos alrededor de causas comunes y espacios físicos. Posteriormente vinieron las pestes, las enfermedades, los reyes déspotas, los desastres naturales y más guerras que traían consigo nuevas formas de terror.

La religión siempre ha mantenido una relación especial con el miedo. El primer intento racional, intelectual llevado por el hombre para la comprensión de su entorno fue dado de la mano de la religión, incluso tal vez de la magia. Intentar explicar un mundo desconocido, hostil, incierto, en una palabra: tenebroso, no debió ser tarea fácil si se hubiera sido riguroso en las explicaciones y las relaciones lógicas que estas guardaban, pero al tener en cuenta al temor, al miedo como denominador común todo debió resultar más expedito. Si hay algo que aglutina la religión es simplemente temor, terror…miedo al castigo de los dioses, a las tentaciones de los demonios, a la acción de los herejes, a la perdida del alma, etc, etc. La incapacidad del hombre para asumir su soledad y desamparo en este mundo, y por ende, la perdida del temor a ello ha sido fundamental en la conformación de un sin número de creaciones y aspiraciones culturales.

Los hombres, desprovistos de herramientas científicas que les permitieran una parcial, pero razonable comprensión del mundo, tuvieron que recurrir a explicaciones sobrenaturales para hacer más llevadera su existencia en la tierra, existencia que sería muy difícil sin tener la certeza de algo, de que hay algo precedido por un orden universal, algo que cobra sentido en nuestras vidas y asigna valor a las mismas. Vivir en la incertidumbre, en la duda y en la falta de seguridad siempre ha sido insoportable para la mayoría de los hombres, es por eso que siempre, en especial los occidentales, necesitan comprenderlo todo, crear ideas, nociones, creencias que hagan más pasable una vida marcada por la falta de trascendencia. En un comienzo las explicaciones religiosas y el nacimiento de las deidades mantenían una directa relación con los desastres y acontecimientos naturales, una buena cosecha era sinónimo de un dios satisfecho, un aluvión era signo evidente de la molestia de los dioses. Los dioses encarnaban así todas las fuerzas de la naturaleza, para bien o para mal representaban la escasa influencia y poder que se tenía sobre ella y era así como cobraban su fuerza.

Hoy en día, las invasiones militares, no son pan de cada día como lo eran durante la expansión del imperio romano. Hoy las conquistas no se hacen necesariamente por el medio de las armas, se hacen de forma comercial y cultural, resultando más practicas, económicas y aceptables. Siglos atrás el hombre, más que lidiar consigo mismo y las consecuencias de sus propias acciones culturales como lo hace hoy en día, tenía que lidiar con una hostil e inhóspita naturaleza que no lo recibía con los brazos abiertos ni le regalaba caricias como si fuera su criatura predilecta. La vida durante la edad media, antes que ella e incluso no hace mucho tiempo era mucho más dura, marcada por mayores dolores y perdidas, no por grandes dichas ni épocas de esplendor cultural o económico. El desempleo, los beneficios, el ahorro, la rentabilidad son preocupaciones actuales que traen consigo sus respectivos temores; la perdida del sustento, del nivel de vida, del estatus socio-económico, el cambio de vida. Siglos atrás el empleo no era una preocupación, si lo eran las pestes y las enfermedades que podían ser transmitidas por foráneos, extranjeros y gente extraña. Las personas se encerraban en feudos tratando de alejar todos aquellos males que tanto temían. Si una peste llegaba a entrar en contacto con ellos lo más probable es que gran parte de la población muriera, no era simplemente una baja en el nivel de vida que se llevaba, sencillamente significaba la muerte y frente a eso no se podía hacer nada, ya que no existía un extendido desarrollo de la ciencia que entregara conocimientos, ni medicinas que sirvieran para luchar contra esas enfermedades. La vida resultaba ser más sombría, dura y corta, aquellos que por cuna no conseguían gozar de los privilegios que harían sus vidas más gratas y ricas, difícilmente llegarían a conocer algo más claro que no fuera la miseria, pese a esto, la conciencia de aquello resultaba más escasa sin un punto de comparación y aun más cuando las diferencias sociales estaban marcadas por la tradición y por ende, no se cuestionaban. Es de entenderse por todo esto que el miedo en la edad media o incluso en todo tiempo antes de la modernidad tuviera una conexión más cercana a la naturalaza con la cual se tenía que lidiar en vez de conectarse con las condiciones culturales creadas por el hombre para su propio beneficio, pero que usualmente conllevan costos mayores y, además producen un peligro aun mayor. Es de entenderse también que la producción cultural y material del hombre en el comienzo de su historia estuvo marcada no por el goce y la búsqueda de placer inmediato como resulta ser ahora la cultura hedonista occidental, sino que estuvo marcada por un utilitarismo que ayudaba a enfrentar las inmediatas amenazas que la naturaleza presentaba. La producción material estaba ceñida a las necesidades inmediatas que los hombres afrontaban, y no a los placeres culturalmente moldeados, que si bien tienen una demanda de inmediatez, no son imprescindibles para la continuidad de la vida.

El miedo siempre va acompañado a la probabilidad de pérdida, a la posibilidad de perder algo valioso, llámese vida, posesiones materiales, dinero, seres queridos, estatus, etc., etc. El temor siempre incluye la noción de riesgo. Las cuestiones que influyen más miedo entre las personas son aquellas que tienen una mayor probabilidad de perdida asociada, y más aun cuando las pérdidas son irreparables resultando de esto la muerte lo que concita mayores miedos. Anthony Giddens trata el tema de los riesgos en la cultura en su libro “un mundo desbocado” y considera que el vocablo riesgo no existía en la Edad Media, ni existía en las culturas tradicionales. Considera que la idea de riesgo aparece en los siglos XVI y XVII y fue acuñada por los exploradores occidentales cuando realizaban sus viajes hacia tierras lejanas alrededor del mundo. Más tarde la palabra se traslado a la banca para tomar una nueva forma en relación al cálculo de las perdidas e ingresos producto de las inversiones y prestamos. Después el uso de la palabra se diversifico mucho más llegando a todas las acepciones y utilidades que le concedemos hoy en día. Pese a lo plantado por Giddens la noción de riesgo existía con anterioridad a los siglos que señala Giddens, la noción de riesgo ya existía en el siglo XIII y es recogida por Tomas de Aquino en su Summa Theologica. En esa obra se tratan varios campos relativos a la doctrina cristiana, pero lo que nos resulta de interés es la defensa que hace de las prácticas usureras.

La usura ya era extendida en esos tiempos, pero todos los argumentos morales, bíblicos y filosóficos se pronunciaban en contra de ella. Tomas de Aquino explica en un comienzo del porque la usura es mala e injusta, porque exige la devolución de algo que no existió, es decir, el interés de un préstamo. Para él, ningún vendedor tiene derecho a recibir más del equivalente exacto de lo que ha dado. Tomas de Aquino conviene en que el vendedor del dinero, o sea el usurero, puede sufrir un daño a causa de la perdida del dinero que prestó, puede verse privado de los goces que la conservación de dicho dinero le hubieran significado. Por este daño o por la posibilidad de la ocurrencia de él se debe pagar una compensación, lo cual no significaría usura. Dice que contrariamente al usurero, el que comparte el riesgo de la empresa conserva la propiedad de su capital mediante su participación en el negocio.

El punto en común que tienen la apología de la usura por parte de Tomas de Aquino y la noción de riesgo de Anthony Giddens es que las ideas de probabilidad e incertidumbre incorporadas. El invertir en algo conlleva cierto ciertas probabilidades de perder y he ahí el riesgo en si. Si todas las cosas fueran totalmente seguras, no existiría realmente el riesgo. Giddens considera que las culturas tradicionales no manejaban un concepto claro de riesgo, porque no lo necesitaban. El riesgo no es lo mismo al peligro o la amenaza, según el autor, el riesgo se refiere a peligros que analizan activamente en relación a posibilidades futuras y solo alcanza su real extensión la palabra en las sociedades orientadas hacia el futuro, aquellas sociedades que construyen sobre la base de lo que será el mañana o lo que se espera que sea, como lo son las sociedades industriales modernas. Seguramente las sociedades tradicionales, a diferencia de las modernas, no manejaban bien el concepto debido a que no se proyectaban hacia el futuro, vivían el día a día y no tomaban en consideración el futuro, pues la sociedad en si era bien estática y los tiempos no eran considerados en base a los cambios que se habían inducido en ellos por intervención y modificación humana, sino por la ingerencia e interferencia que había tenido la naturaleza en aquellos tiempos (tómese el ejemplo de la erupción del volcán Vesubio en el año 79 D.C. aprox.). No podía existir una idea de riesgo, sino había una base real sobre la cual construirla. La vida en aquellos tiempos podía resultar tan dura que amanecer otro era causa suficiente de dicha y conformidad.

Ahora, consideremos a una sociedad capitalista post industrial marcada por la visión de futuro, de inversión, prestamos, ganancias y pérdidas. Podemos ver claramente que es una sociedad en la cual la idea de riesgo está profundamente enraizada y se diferencia diametralmente del resto de las sociedades por lo mismo. El riesgo es algo característico del capitalismo, y lo peligroso de ello es que tanto las perdidas como las ganancias pueden significar altos costos en términos ambientales y humanos para todos. Pensemos en los seguros, en la medicina, en la educación, en las familias, en los sistemas de previsión; todos los planes que se forman en relación de ellos son hechos en consideración de lo que se espera que puedan entregar en el futuro, se forman pensando en lo que podrán constituir en el futuro con un cierto margen de error y riesgo. Resulta curioso pensar en esto, puesto que todas las empresas que se emprenden, desde los primeros años hasta que se planean los últimos días de nuestras vidas están hechos sobre la ilusoria consideración de lo que esperamos de ellos, ignorando de paso el presente en el cual se vive, debido a que se piensa insistentemente en el mañana y sacrificando el presente como un medio para llegar a ese futuro hermoso, ordenado y ya proyectado.

Giddens complementa sus ideas sobre el riesgo con la noción del seguro, debido que para él es la base sobre la cual las personas estarían dispuestas a asumir ciertos riesgos. El seguro solo es concebible donde se cree en un futuro diseñado por los hombres, un futuro sobre el cual se tiene cierto control. Es uno de los medios para ejecutar ese proyecto, proporciona seguridad al traspasar el riesgo de una persona a una entidad aseguradora a cambio de una cierta cantidad de dinero, distribuyéndose así el miedo y la responsabilidad que riesgo trae consigo. El intercambio y transferencia de riesgos para Giddens no es un rasgo accidental en una economía capitalista. El capitalismo, para él, es impensable e inviable sin ellos.

Si enmarcamos lógicamente dentro de la globalización y el dominio del capitalismo que trae consigo, cada acción ejecutada por un ser humano dentro de este sistema global conlleva un grado de riesgo directo y si no es así, repercute de forma indirecta creando o ayudando a fomentar un riesgo mayor en otro lado. Tomemos el ejemplo del simple acto de botar la basura. A simple vista tal acción no contempla ningún riesgo, ya que botar un papel a la basura no significa peligro alguno. Sin embargo, la excesiva acumulación de deshechos y la falta de su reutilización y reciclaje conllevan un riesgo mayor e indirecto para todos los humanos. Entonces cada acción, cada acto encuentra a su efecto, en especial en este sistema globalizado donde una crisis económica en Asia, un alza en el precio del petróleo en Arabia Saudita repercuten directamente en las economías de la región en un efecto domino del cual nadie parece escaparse. En un mundo en el cual cada actividad está tipificada como un medio propicio para el goce de algo en el futuro, no puede si no existir una profunda sensación de miedo relacionada al riesgo que trae consigo la ejecución de “acciones futuristas“. La solución ante esto no parece ser refugiarse en el presente, ya que el presente fue ayer, ya paso, no parece existir una real concepción de lo que es el presente debido a que se descompone a medida que el segundero hace su trabajo con gran diligencia. Por lo tanto, tenemos una cultura marcada por la constante incertidumbre del futuro y la inexistencia de un presente sobre el cual afirmar los pies con seguridad.

El panorama no parece mejorar de ninguna forma, al contrario, cada día las personas toman mayor conciencia sobre todos los riesgos que les rodean y el escaso dominio que se tiene sobre ellos. El miedo a una crisis económica, la sola especulación de ella puede desatar catástrofes económicas dejando a miles de personas en las calles, empresas, aseguradoras quebradas, el miedo a las nuevas tecnologías aplicadas a los alimentos ya hacen mirar dos veces los alimentos en los supermercados antes de comprarlos, el calentamiento global y todos los efectos que tiene sobre nuestras vidas; temperaturas extremas en épocas del año que no corresponden, lluvias y sequías prolongadas que afectan el cultivo de alimentos, la aparición de huracanes, tifones, etc. Todo ello viene a contribuir a la proliferación de miedos y temores tanto a lo que la naturaleza nos depara como a lo que nosotros le entregamos a ella. Miedos que en tiempos pasados eran controlados o aminorados por la tradición y las costumbres que mantenían a la gente ocupada y tranquila. Pero hoy ya no es así, nos encontramos en una sociedad de constante cambio cultural, pero nunca económico, en una sociedad mutable e invertebrada, pero que se niega a tomar una forma clara, definida y que juega constantemente con las cartas del futuro, una sociedad que lo único que hace bien es romper con su pasado el que mira con cierto desprecio irrisorio considerando todo lo viejo como retrogrado e inútil.

El miedo, de gran valor comercial se incorpora al mercado con suma rapidez dando trabajo a miles de personas. Ejércitos enteros se han formado con la sola amenaza de una posible invasión, policías, doctores, psicólogos, etc., etc. todos ellos están al servicio de este rentable concepto llamado miedo. Las fobias, las ansiedades, el estrés aumentan y las consultas de psiquiatras y psicólogos adquieren una cartera de clientes constantes, quienes dentro de todo tal vez no van en busca de una solución real de sus problemas, ya que en muchos casos eso pasaría por ellos mismos y prefieren así recurrir a un especialista que ya no importa que les soluciona el problema o no, tan solo requieren que les adormezcan sus dolencias y dolores por momentos de manera tal que puedan retomar el ritmo de sus vidas y carreras para así hacer frente al futuro incierto reduciendo al mínimo sus posibilidades de riesgo. Las constructoras privadas encuentran un atractivo mercado construyendo más cárceles para recluir a todo aquel que ose romper con el imperio de la ley, también lo hacen las inmobiliarias con sus barrios más seguros, las empresas de seguridad privada que surten a las inmobiliarias, los sistemas de vigilancia, etc., etc. Se crea todo un aparátale tecnológico que intente controlar el miedo o por lo menos mantenerlo en un nivel manejable. Ahora es cuando se pone el énfasis en las soluciones que la tecnología puede prestar a nuestras inquietudes y miedos, ya que la tradición ha sido lo suficientemente vapuleada para perder todo derecho a voz y a voto.

Hobbes define la esencia del estado de la siguiente manera: “una persona de cuyos actos una gran multitud, por pactos mutuos, realizados entre si, ha sido instituida por cada uno como autor, al objeto de que pueda utilizar la fortaleza y medios de todos, como lo juzgue oportuno, para asegurar la paz y defensa común”. Tenemos así que el estado es un hombre artificial más grande, fuerte y mejor constituido debido a su racional concepción. Sin embargo, podemos ver a la luz de este autor que la motivación principal para la constitución del Estado o Leviatán es el temor a la agresión y a la perdida de vida como consecuencia de la guerra en el estado de naturaleza. ¿Es este Estado un hombre robusto o un chiquillo temeroso que se construyó a si mismo porque tenía miedo a quedarse solo en un estado de naturaleza, expuesto a los peligros del ambiente circundante? Si la sociedad-Estado es un hombre más grande y vigoroso y la generalidad de los hombres son profusamente cobardes y temerosos, ¿No es la sociedad en si un estado de perpetuo temor y agonía extenuante? Y si nacemos y morimos dentro de estas sociedades ya constituidas sobre timoratas bases, además de no tener ningún poder o muy escaso sobre ellas, ¿por qué resulta tan extraño y lejano el concepto del miedo, siendo que es una parte fundamental de las mismas?

Creador de grandes consensos y conflictos, el miedo tiende a imponerse cuando no se le comprende y se le toma en consideración, su comprensión y aceptación es vital para un mejor desempeño de la sociedad en general y las relaciones que iniciamos día a día, sin él no existe un freno que detenga las interminables pasiones humanas, sin él las barreras de la razón como lo puede ser la prudencia tienden a debilitarse y desaparecer dando cabida a todo tipo de acciones temerarias que pueden resultar desastrosas para el mundo entero. El miedo es en si una fuerza vital presente en toda época, todo tiempo y toda historia que alienta los hombres a emprender determinas acciones y empresas y les advierte, prohíbe de intentar otras tantas. El miedo no debe ser ignorado ni temido, como bien suele serlo, si no que debe estudiársele de tal forma que nos permitan disipar nuestros miedos más infundados y conservar aquellos que nos mantienen cercanos a la sensatez y a la razón. Después de todo…algunos de nosotros somos seres razonables, y nos quedan razonables dudas de ello….

Este texto fue escrito por Juan Francisco Mason, estudiante de Sociología de la ULARE, y apareció en la primera edición de la revista Anomia (revista de los estudiantes de Sociología). Es un muy buen artículo que relata ciertas particularidades de hoy en día con respecto a la Cultura, léanlo y comenten.

02-08-07

Economía y Trabajo

¿Verdadera Revolución o Demagogia Rentable?

Tanto propagandas políticas como discursos populares clamaban por un cambio en la estructura de organización social de nuestro país, sin saber o tener conciencia que dicho cambio tan anhelado ya había ocurrido; más aun este cambio aparecería como el principal factor explicativo de la estructura social sobre la que se desenvuelve hoy nuestra nación.

Particularmente en Chile, el mencionado cambio estructural tiene que ver directamente con la novedosa transformación de la plataforma económica y su consecuente efecto en el mercado del trabajo, desde la cual emergen los nuevos principios de estructuración de la sociedad chilena, principios que giran en torno a dos focos: el primero es la trascendencia del mercado como principal mecanismo de coordinación social y el segundo es el proceso particular que adquiere la individualización como trayectoria vital de los individuos.

Si atendemos a la postura más radical, podremos decir que son los individuos en sus decisiones racionales respecto a la observancia de los sistemas de precios, los que pueden generar el bienestar social. Manifestación de ello es que la sociedad chilena funciona descolectivisadamente, fuera de mecanismos asociativos, el individuo funciona solo, tratando de insertarse en los mercados. Más aun, el propio mercado del trabajo se plantea como un mercado de bienes cualquiera, donde en conjunto con la incorporación de las trayectorias vitales del individuo se anexan los principios de incertidumbre, demanda y volatilidad de todo mercado. Este hecho induce finalmente a que todas las relaciones laborales estén condicionadas a cómo la economía se fracciona bajo esta perspectiva.

Como consecuencia directamente práctica de esta situación, encontramos a las PYMES funcionando al margen de la economía (la concentración de la riqueza es radical); la nueva economía demanda profesionales competentes con alto grado de conocimiento y manejo técnico para sustentar el mercado del trabajo, situación que se contrapone a la realidad de la educación chilena. Los nuevos parámetros del comportamiento laboral generan una alta proporción de creación como de destrucción del empleo.

Si extrapolamos esta situación a la historia social reciente de nuestro país, vemos que el mercado pasa a ser parte fundamental de los individuos, organiza sus vidas y les da sentido, les entrega las posibilidades de acceder a la estructura de oportunidades con una serie de servicios que mejoran su calidad de vida y que al mismo tiempo los enajenan al definir una relación dependiente de ellos. La individualización es evidente, tanto así que la misma estructura social la fomenta al organizar las posibilidades del individuo en una serie de entidades (la mayoría privadas) que ofrecen salud, educación, recreación y éxito a cambio de quien acumule más trabajo en sus bolsillos. El desvanecimiento del estado-bienestar exterioriza la decisión y las opciones a los criterios individuales. La misma competencia bancaria y de AFPs, ofreciendo variados porcentajes de rentabilidad se desviven por captar el capital de algún aturdido sujeto, que en el peor de los casos concentra el fruto de su trabajo en una institución de disímiles propósitos (basta ver la prensa y revisar casos como Inverlink o Eurolatina) y que por demás al representar él una insignificante unidad productiva se resuelve ajeno tanto a las decisiones sobre el mercado que compone como a la justicia que por derecho requiere y termina por carecer.

Por otro lado, la nueva tónica de los mercados laborales se refleja en una seudo flexibilidad laboral, que reprime a los individuos con un sueldo mínimo inconsistente a las necesidades actuales y presiona sus conciencias al conformarse con total incertidumbre sobre su continuidad. Incluso los mismos contratos laborales presentan el beneficioso carácter de renovables, lo que da total potestad al empleador de prescindir de las labores del empleado sin previo aviso, dejándolo a la deriva argumentando ´´necesidades de la empresa``.

Asimismo, la poca o casi nula participación de las pequeñas unidades productivas es evidente, la voraz severidad de la estructura de mercado las consume (ya algo de eso se hizo patente con los conflictos del azúcar y la leche en el sur tiempo atrás). Esta marginalidad económica se extiende conformado verdaderas subculturas del empleo informal, las que se alimentan de los despojos de un desigual y desequilibrado sistema educativo y redistributivo, donde instrumentos como el Simce mostraban meses atrás avismantes resultados (aunque, bien o mal, la reforma educativa es un intento por sanear este tema, sus resultados aun no son visibles). Todo esto seguiría aportando a los índices de desempleo y restringiendo los de crecimiento.

Con todo, la aparente desventaja de la gran población ubicada en los sectores medios y bajos de la producción, se confirma con un universo simbólico de sindicalismo totalmente desfasado y desarticulado. El nuevo componente laboral distanciado a aquella masa obrera de los tiempos del socialismo, sumado al nuevo contexto valorativo de los trabajos ejecutivos -con una preponderante apelación a la responsabilidad individual- desarticula cualquier intento colectivo de enfrentarse a un mercado que parece desechar cíclicamente elementos bajo la lógica de un ejercito de reserva, la misma CUT fue objeto de este fenómeno en su desmembrada convocatoria a paro meses atrás.

Desde una perspectiva más ideológica vemos que existe un grupo nuevo de trabajo, una fuerza más heterogénea que valora el trabajo como un instrumento y no como una vocación de auto-realización profesional, en términos marxistas, los grupos laborales han involucionado a estados de deshumanización tanto por un proceso antropológico de individuación como de los factores asociados a la propia naturaleza estructural del sistema laboral vigente; así vemos como el mercado educativo superior ha sido saturado de carreras que ofrecen altos ingresos (las que por demás obtienen alta cantidad de matriculas) sin exponer, convenientemente, la realidad del mercado laboral. Años atrás presenciamos el cierre de algunos Institutos que cayeron en esta inconsistencia ética, donde se lanzaba indiscriminadamente a sus alumnos, con título en mano, al directo desempleo estructural.

De esta forma encontramos que el mercado está dominado por grupos de interés, que promueven normas y pautas que regulan y definen las relaciones de intercambio; actuando bajo un criterio instrumental y una seudo moral de responsabilidad individual, han adoptado un modelo conceptual falto de instituciones que lo sustenten consecuentemente a las posibilidades de toda la población, llevando (como dice Bourdeau) la utopía –radical- a la práctica.

Sin duda, es necesario reconstruir una epistemología para conocer las nuevas y variables estructuras de los mercados del trabajo, contextualizando los que algunos autores describen como un cambio de época, la que quizás y por todo lo dicho anteriormente, este llegando a su fin.

Texto escrito por Roy Díaz, estudiante de Sociología de la ULARE, léanlo y comenten.