02-08-07

Economía y Trabajo

¿Verdadera Revolución o Demagogia Rentable?

Tanto propagandas políticas como discursos populares clamaban por un cambio en la estructura de organización social de nuestro país, sin saber o tener conciencia que dicho cambio tan anhelado ya había ocurrido; más aun este cambio aparecería como el principal factor explicativo de la estructura social sobre la que se desenvuelve hoy nuestra nación.

Particularmente en Chile, el mencionado cambio estructural tiene que ver directamente con la novedosa transformación de la plataforma económica y su consecuente efecto en el mercado del trabajo, desde la cual emergen los nuevos principios de estructuración de la sociedad chilena, principios que giran en torno a dos focos: el primero es la trascendencia del mercado como principal mecanismo de coordinación social y el segundo es el proceso particular que adquiere la individualización como trayectoria vital de los individuos.

Si atendemos a la postura más radical, podremos decir que son los individuos en sus decisiones racionales respecto a la observancia de los sistemas de precios, los que pueden generar el bienestar social. Manifestación de ello es que la sociedad chilena funciona descolectivisadamente, fuera de mecanismos asociativos, el individuo funciona solo, tratando de insertarse en los mercados. Más aun, el propio mercado del trabajo se plantea como un mercado de bienes cualquiera, donde en conjunto con la incorporación de las trayectorias vitales del individuo se anexan los principios de incertidumbre, demanda y volatilidad de todo mercado. Este hecho induce finalmente a que todas las relaciones laborales estén condicionadas a cómo la economía se fracciona bajo esta perspectiva.

Como consecuencia directamente práctica de esta situación, encontramos a las PYMES funcionando al margen de la economía (la concentración de la riqueza es radical); la nueva economía demanda profesionales competentes con alto grado de conocimiento y manejo técnico para sustentar el mercado del trabajo, situación que se contrapone a la realidad de la educación chilena. Los nuevos parámetros del comportamiento laboral generan una alta proporción de creación como de destrucción del empleo.

Si extrapolamos esta situación a la historia social reciente de nuestro país, vemos que el mercado pasa a ser parte fundamental de los individuos, organiza sus vidas y les da sentido, les entrega las posibilidades de acceder a la estructura de oportunidades con una serie de servicios que mejoran su calidad de vida y que al mismo tiempo los enajenan al definir una relación dependiente de ellos. La individualización es evidente, tanto así que la misma estructura social la fomenta al organizar las posibilidades del individuo en una serie de entidades (la mayoría privadas) que ofrecen salud, educación, recreación y éxito a cambio de quien acumule más trabajo en sus bolsillos. El desvanecimiento del estado-bienestar exterioriza la decisión y las opciones a los criterios individuales. La misma competencia bancaria y de AFPs, ofreciendo variados porcentajes de rentabilidad se desviven por captar el capital de algún aturdido sujeto, que en el peor de los casos concentra el fruto de su trabajo en una institución de disímiles propósitos (basta ver la prensa y revisar casos como Inverlink o Eurolatina) y que por demás al representar él una insignificante unidad productiva se resuelve ajeno tanto a las decisiones sobre el mercado que compone como a la justicia que por derecho requiere y termina por carecer.

Por otro lado, la nueva tónica de los mercados laborales se refleja en una seudo flexibilidad laboral, que reprime a los individuos con un sueldo mínimo inconsistente a las necesidades actuales y presiona sus conciencias al conformarse con total incertidumbre sobre su continuidad. Incluso los mismos contratos laborales presentan el beneficioso carácter de renovables, lo que da total potestad al empleador de prescindir de las labores del empleado sin previo aviso, dejándolo a la deriva argumentando ´´necesidades de la empresa``.

Asimismo, la poca o casi nula participación de las pequeñas unidades productivas es evidente, la voraz severidad de la estructura de mercado las consume (ya algo de eso se hizo patente con los conflictos del azúcar y la leche en el sur tiempo atrás). Esta marginalidad económica se extiende conformado verdaderas subculturas del empleo informal, las que se alimentan de los despojos de un desigual y desequilibrado sistema educativo y redistributivo, donde instrumentos como el Simce mostraban meses atrás avismantes resultados (aunque, bien o mal, la reforma educativa es un intento por sanear este tema, sus resultados aun no son visibles). Todo esto seguiría aportando a los índices de desempleo y restringiendo los de crecimiento.

Con todo, la aparente desventaja de la gran población ubicada en los sectores medios y bajos de la producción, se confirma con un universo simbólico de sindicalismo totalmente desfasado y desarticulado. El nuevo componente laboral distanciado a aquella masa obrera de los tiempos del socialismo, sumado al nuevo contexto valorativo de los trabajos ejecutivos -con una preponderante apelación a la responsabilidad individual- desarticula cualquier intento colectivo de enfrentarse a un mercado que parece desechar cíclicamente elementos bajo la lógica de un ejercito de reserva, la misma CUT fue objeto de este fenómeno en su desmembrada convocatoria a paro meses atrás.

Desde una perspectiva más ideológica vemos que existe un grupo nuevo de trabajo, una fuerza más heterogénea que valora el trabajo como un instrumento y no como una vocación de auto-realización profesional, en términos marxistas, los grupos laborales han involucionado a estados de deshumanización tanto por un proceso antropológico de individuación como de los factores asociados a la propia naturaleza estructural del sistema laboral vigente; así vemos como el mercado educativo superior ha sido saturado de carreras que ofrecen altos ingresos (las que por demás obtienen alta cantidad de matriculas) sin exponer, convenientemente, la realidad del mercado laboral. Años atrás presenciamos el cierre de algunos Institutos que cayeron en esta inconsistencia ética, donde se lanzaba indiscriminadamente a sus alumnos, con título en mano, al directo desempleo estructural.

De esta forma encontramos que el mercado está dominado por grupos de interés, que promueven normas y pautas que regulan y definen las relaciones de intercambio; actuando bajo un criterio instrumental y una seudo moral de responsabilidad individual, han adoptado un modelo conceptual falto de instituciones que lo sustenten consecuentemente a las posibilidades de toda la población, llevando (como dice Bourdeau) la utopía –radical- a la práctica.

Sin duda, es necesario reconstruir una epistemología para conocer las nuevas y variables estructuras de los mercados del trabajo, contextualizando los que algunos autores describen como un cambio de época, la que quizás y por todo lo dicho anteriormente, este llegando a su fin.

Texto escrito por Roy Díaz, estudiante de Sociología de la ULARE, léanlo y comenten.

1 comentario:

Anónimo dijo...

creo que solamente se trata de “aproximaciones” a una realidad, que hoy se dislumbra en forma distinta, que rara vez se corresponde con la teoría en sentido puro.
... casi todas las organizaciones pretenden afianzar sus estructuras, buscando sinergia en sus procesos y estabilidad en su desarrollo, y que es importantente considerar las relaciones entre el poder externo y los poderes internos... en todo caso soy la karla