03-05-07

El Fenómeno Urbano

El siguiente texto fue escrito por Roy Díaz, estudiante de la ULARE, el cual ya está pronto a titularse. Este texto es una aproximación sociológica hacia el fenómeno urbano que vive nuestra sociedad hoy en día, es una pequeña reflexión inicial hacia dicho tema.

Ya hace varios años el discurso posmoderno en los textos académicos y en las voces de los teóricos contemporáneos a cobrado carta de ciudadanía. Y no es extraño que la argumentación y las explicaciones de dichos discursos estén en directa cohesión con otras tendencias posmodernas de la cultura, como el arte, la música u otras expresiones sociales que den cabida a este fenómeno.

Ya Lyotard en su discurso sobre Fenomenología hablaba de los circuitos de comunicación y el fin de los meta-relatos, asimismo Lipovetsky avanzaba hacia la Hiper-modernidad con una seguridad impresionante; otros no menos acertados matizaban la perspectiva adentrándose en la catarsis filosófica para responder al nuevo estado de cosas que suceden en nuestra sociedad contemporánea. Lo cierto es que de uno u otro lado, los conceptos del post-modernismo confluyen en un cuestionamiento declarado a la razón que sustentó la modernidad tan anhelada por los pueblos del mundo. Modernidad que vio nacer a los grandes países que hoy dominan el mercado, modernidad que vio formar las grandes ciudades y urbes industriales de nuestro tiempo, modernidad que se llevo a cuestas 2 guerras mundiales, una revolución tecnológica disparada, la conquista del espacio y muchas otras cosas.

Pero lo que cabe puntualizar, y es nuestro propósito, son las trasformaciones que la modernidad y la post-modernidad han traído consigo sobre nuestro habitat.

Alejándonos de los grandes hechos históricos y los meta-relatos abandonados por Lyotard, para acercarnos y sumergirnos en nuestra realidad más cercana, vemos como nuestro habitat a sido modificado he influenciado por los avatares de la modernidad y la post-modernidad, conceptos que se han fortalecido y legitimado en base a sus éxitos dentro de los cuales se cuenta el concentrar a los sujetos en espacios físicos artificiales que respondan a los requerimientos y expectativas que el sistema imprime.

Es así un hecho incontestable, que las ciudades y las grandes urbes concentrando y acumulando población adquieran una importancia central en nuestra reflexión, pues son ellas las confirmadoras de un asunto que merece ahora toda nuestra atención, y es que la cuidad moderna construida desde lo artificial reemplaza el espacio natural en el que el hombre se había desenvuelto a lo largo de toda su historia.

Este hecho que a primera vista puede entenderse simplemente como el resultado lógico y casi esperable del desarrollo y evolución de las civilizaciones en entidades cada ves más complejas y diferenciadas, es más bien un fenómeno especifico del que trataremos de hacernos cargo en estas paginas desde una óptica sociológica interpretativa que nos permita abordar el tema de la forma más clara.

Lo cierto es que el hecho de que la modernidad y la post-modernidad traigan consigo la consolidación del cambio del espacio de vida de la población es un hecho no menor. El sujeto que comúnmente se desarrolló en un ambiente natural relacionándose con este de manera directa, padeciendo al mimo tiempo de sus inclemencias y estableciendo toda una dinámica de vida cargada de símbolos e iconos, se ve enfrentado ahora a sobrevivir en esta gran concertación de material pesado dispuesto, se supone, con alguna lógica estructural denominada cuidad.

La vida metropolitana entonces se planteó como una salida y una respuesta a la tensión que generaba el tener que sobrevivir frente a esta gran fuerza irregular e inmanejable llamada naturaleza. La urbe se convirtió en el gran reducto aglutinador de población bajo la promesa de una mejor calidad de vida, aumentando los beneficios y disminuyendo los riesgos que supone sobrevivir.

Hasta cierto punto -hasta aquí- la evolución del fenómeno se mantiene tranquila, la tensión que generaba al hombre en su lucha constante contra la naturaleza por sobrevivir se alivió con su escape a la cuidad, este sitio confortable acondicionado con una serie de servicios que amortiguan ahora la carga que nuestro hombre debió soportar antes en la ‘’intemperie’’ .

Aquí apareció el hombre metropolitano, un sujeto adaptado a la vida de la gran cuidad, inmerso en sus dinámicas y estilos de vida (conceptos casi propios de la urbe) que vio resuelta por fin su batalla con la naturaleza aquí, en su segunda naturaleza, ahora por cierto, artificial.

El asunto es que hoy esa tensión que parecía resuelta se mantiene más vigente que nunca , y no precisamente por que no haya sabido eludir a la naturaleza, si no por que ahora este espacio físico-territorial que compone nuestro habitat, con todas sus promesas de salvaguardia y seguridad que constituyen a la cuidad como tal, entran de nuevo en la silla de los sospechosos y finalmente a la de los acusados. Pues este hombre que había llegado a la metrópolis buscado facilitar su vida se encontró en un punto tan o más presionado por su ambiente de lo que antes se encontraba. Surge así la nueva tensión entre sujeto y espacio urbano, un espacio que es parte de él producto de la adaptación, pero que ahora siente ajeno y distante, que lo presiona y lo empuja a la competencia más salvaje por la sobre-vivencia en la selva de cemento.

Toda esta tensión, en los últimos tiempos se ha canalizado en corrientes contra-metropolitanas, que en una añoranza por recuperar los espacios invadidos por la urbe, intentan escapar a la lógica urbana poniendo en duda todos los supuestos ideológicos, mentales y simbólicos que sustentan tal forma de vida; llegando a plantar un discurso alternativo y una lógica paralela a la que subyace en la configuración de las ciudades.

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